jueves, 10 de febrero de 2011

Siento tanto cansancio que creo que a esto se parece la muerte. Una señora menuda, de gafas antiguas que sobresalían a ambos lados de su cara me conmovió en lo más hondo... Yo no quiero que me conmuevan porque, en principio, soy inamovible. La señora me miró cuando yo grité su nombre. Me miró con un cállate en sus ojos. Plantada delante de mí, tuve que bajar la vista y me sentí recriminada ante su silencio y su furia. Pero no era furia... Era observación atenta. Ella me habló largo rato, yo le preguntaba y ella me hablaba. Me dijo que era viuda, que vivía debajo del piso de su hermana. Y que su hijo estaba en paro, tan mañoso con los ordenadores, decía, pero nunca quiso estudiar. Ella le animó a estudiar pero él se negó. Ella leía mucho, me dijo, novela policíaca y también clásicos. Y veía la tele. Pero últimamente, ni novelas ni tele. Dijo que no le importaría morirse ya. Lo dijo sin ansias, sin rubor. Y yo admiro a quien habla así. Porque la muerte es lo más terrible que uno pueda imaginar, y la señora menuda dijo que no le importaría morirse. Su marido había muerto, y ella estuvo muy deprimida. Ahora, tras la depresión, decidió que había que morirse ya.
Envidió mi habilidad con el sistema informático del Hospital de D. No es habilidad, tan sólo apariencia, pensé. La insté a matricularse en un curso de informática, sé lo terrible que es la admiración no resuelta. Dijo que ella sólo quería estar en su sillón. Descansar. De la vida. Y morirse ya.

Si fuera joven... añadió. Entonces sí querría vivir. Añadió.

Juventud, juventud, maldita enfermedad. Maldita juventud, se nos enseña a creernos inmortales, estamos enfermos de inmortalidad. Se nos otorga el vigor necesario para hacer cosas y más cosas y más y más cosas que hay que acabar para luego empezar nuevas cosas que van trazando la vida que se gasta mientras hacemos cosas, engañados de juventud.

Yo también quiero sentarme en mi sillón y esperar a la muerte sin hacer nada.

1 comentario:

  1. El cansancio puede deberse a la inactividad o al exceso de actividad. Conozco ambos. O puede deberse a algún problema de salud, de lo cual también tengo experiencia. Te propongo un cambio. Tu me das uno de los dos primeros y yo te doy el tercero. Solo por una temporada, por cambiar... ¿no te apetece?

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