lunes, 21 de febrero de 2011

COMPLEJO

La gente que se siente culpable por existir no debería, pues, existir. Uno anda con la idea de que debe ir pidiendo perdón por todo cuanto decide llevar a cabo. Y esto se pone más en evidencia en la carretera. Ahora que trabajo en el Hospital de D. me veo obligada a conducir la nada desdeñable cifra de 100 km desde la puerta de mi casa hasta el párking (no gratuito) del hospital, cada lunes y cada miércoles y cada jueves. Este recorrido me lleva una hora y cuarto, aproximadamente. Y durante todo el trayecto de hoy, en que iba escuchando a Placebo una y otra vez por miedo a quitar la vista de la carretera si me atrevía a cambiar de CD, durante todo el trayecto, digo, me atenazaba un sentimiento de insignificancia, de vergüenza por el bulto que era yo en la carretera, por la existencia que era yo junto al resto de conductores. Jamás había conducido antes, ni había osado ocupar el asiento del conductor. Y aún ahora se me olvida guardarme la llave, MI llave, en mi bolso, por aquello de que me pertenece y tal. Como sujeto pasivo que tiendo a ser, la ejecución de un acto tan arriesgado como el de navegar por el asfalto durante una hora y cuarto, con todos esos coches que me amenazan y que sé que piensan que yo no tengo derecho a circular junto a ellos, resulta cuanto menos, grotesca. Iba encogida durante todo el recorrido, con los ojos pequeñitos cuando el sol de poniente ha comenzado a asomar frente a mí. Y busqué a tientas mis gafas de sol mientras aminoraba la velocidad, y los coches de detrás se impacientaban y los imagianaba insúltándome en sus vehículos con Maria Callas en el MP4., ejecutivos importantes que no deben llegar tarde, seres de espíritu sensibilísimo a los que he arrancado la furia y el odio, cómo he sido capaz, yo, dios mío. Tiendo a creer que mi labor es menos importante que cualquier otra labor del mundo, y que mi coche es más abultado e hipertrofiado e imperfecto en la carretera que cualquier coche del mundo, y que el puesto que he ocupado en el párking del hospital debería haber ido destinado al mercedes que me sucedía, sibilino, como una serpiente venenosa. La gente con sentimiento de culpa no debería conducir, ni hablar, ni reír, ni ocupar su trozo de espacio porque siempre cree que ese trozo de espacio puede ir destinado a cualquier otra cosa (una carretilla con ladrillos, por ejemplo).

Menos mal que he descendido de mi vehículo y entonces, mi existencia ha vuelto a cobrar algo de sentido.

1 comentario:

  1. Tu curas ojos. Yo no curo nada. Ni siquiera sé si lo que hago sirve para algo. A veces pienso que un trabajo como el mío no debería existir, pero en ese caso, para dar soluciones a los problemas de los demás, debería haber una solidaridad en el mundo que no existe. Tu has entrado en tu trabajo por ¿vocación?. ¿Siempre supiste lo que querías hacer?. Yo nunca lo supe. Aún no sé qué es lo que quiero ser de mayor. Y eso que ya soy bastante mayor...
    Envidio tu oficio y al mismo tiempo lo temo. Creo que hay que ser muy valiente para poner en tus manos la vida ocular de una persona.

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