lunes, 25 de julio de 2011

DEMONIOS

Hemos salido mucho este fin de semana. Como vino mi hermana a verme a D. he tratado de aprovechar para alardear de mis buenos amigos, y de mi atractivo compañero que habita junto a mí en un intento de colonización mutua, alcanzando cierto éxito en el empeño.
El viernes bajé al pueblo a dar una vuelta por la tarde que últimamente no nos azota el viento de poniente y nos es permitido andar. Vino I. a reunirse conmigo y compramos ropa y bebimos cerveza. Consumimos, pues, para mantener despierta la rueda de la moderna economía... Charlamos de lo banal y de lo que menos duela al alma democratizada y edulcorada de estas latitudes, que es la que abunda... Y no hablamos del hambre que asola el cuerno de Africa, ni de las migraciones de los somalíes a la vecina Kenia, ni del dolor de las madres al decidir qué hijo salvar... Fuimos a casa de I. y ella se duchó y se engalanó. Gastó no menos de 30 litros en el aseo pertinaz y yo puse la TV y vi algo de un atentado en Oslo, la grisura imperante de Oslo, el cielo gris y los edificios grises hechos añicos por televisión, y la juventud rubia y rota. Rota por algo de una matanza en la isla de Utoya... Se habló de grupos islamistas, divisiones de Al Qaeda con que se amenaza la democracia de estas latitudes. Se habló del terrorismo que ha fundado el fundamentalismo islámico. Se habló de moros que mataban jóvenes en una isla...

Se lo comenté a I. de pasada, mientras ella salía de su habitacion rodeada de una aureola de vapores embriagadores y encaramada su mirada a los alféizares de las ventanas más altas... ¿Ah sí? Qué fuerte, fue todo lo que dijo.

Nos reunimos con J. y no hablamos del tema, él no lo sacó, yo tampoco. Hablamos de chicos, J. decía que I. no le diera más vueltas al asunto (a un asunto de penes desusados y corazones inhabilitados). No hay que obsesionarse. Pero yo no le dije a J. que prefiero la obsesión porque lleva a la subversión y a la acción...
Así pues, el viernes, aún no llegada mi hermana, fuimos a cenar tapas baratas a una callejuela de ambiente andaluz, a fumar y a beber cerveza de barril sin gas con gusto a madera sudada, que me traía imágenes portuarias de gotas que perlan la frente de algún estibador bajo el sol de la tarde frente al mediterráneo... Más tarde fuimos a un bar de moda aquí en D. y había gente joven, sumida en la enfermedad que es la juventud en estas latitudes, que se pavoneaba y se contorsionaba y se azuzaban unos a otros... Luego fuimos a dormir. Creo que esa noche no hicimos el amor.
El sábado llegó ella por la mañana. La casa estaba soleada por ese abrazo matutino del calor desde allá donde nace, el este, y su abrazo recorría la casa silenciosa y limpia. Quería impresionar a mi hermana y la limpié. Qué grande y qué bonita, exclamaba ella. Sí, este es mi nuevo hogar fundado aquí en D. Quería impresionarla y demostrarle que yo sí sé vivir alejada de las faldas de pana maternas y de la mirada cuidada paterna. Le comento lo del atentado y parece sorprendida. Me siento aliviada, pensé que una matanza a un grupo de jóvenes en una isla enterrada en sombras y agua helada no interesaba a los jóvenes de hoy que gastan 15 euros en ir al Mc Donald1s y luego al cine a ver películas sobre matanzas de jóvenes en islas enterradas en sombras y en aguas heladas...

Fuimos a la playa con el coche, aquí lo hacemos todo con el coche. Tal vez es el calor el que nos ayuda a justificar nuestro gasto de diésel y nuestra ausencia de gasto "energético" (sedentarismo atroz en el que vivo sumergida). Pero fuimos en el coche. El cielo era de un blanco sucio que contrastaba con algunas nubes macilentas, como en uno de esos anuncios de lejía en que se compara una manga de camisa blanca lavada con el detergente de moda y otra sin él. Solo que en este caso no había blancor ni en el cielo ni en las nubes.
Mi amiga la noruega me escribe un sms sobre el atentado. Conmocionada, aterrada, me escribe que aún no se sabe la cifra de muertos pero que se trata de un joven noruego perteneciente a un grupo de ultraderecha y que había actuado solo. Mi hermana y yo mostramos auténticos signos de sorpresa y estupefacción. Un racista islamófobo... cuando justo unas horas antes habían sido acusados los grupos islamistas...

El fin de semana transcurre entre pubs de moda, cubatas a 8 euros que nos podemos permitir, arroces junto al mar y música atronadora. Ha muerto Amy Winehouse este fin de semana, a los 27 años. La gente parece más sorprendida que ante la noticia de la matanza de la isla de Utoya de la que nadie comenta absolutamente nada. Se lo digo a J. que dice que porqué me afecta esta matanza y no las muertes diarias en los países de "abajo". Le digo que, por desgracia, siento más empatía por los vecinos noruegos que por los lejanos africanos... Pero él no parece afectado ni por los somalíes trashumantes ni por los jóvenes noruegos pertenecientes a un partido socialista, tan jóvenes y ya inquietos, ni por la muerte de Amy Winehouse... Aquí no sé si será el calor pero nadie parece afectado por nada. Creo que es el botox que reduce las líneas de expresión hasta su desaparición y hasta el alma exangüe.

Hoy he soñado que a mi padre le daba un ataque, y se ponía morado y no podía respirar. Yo trataba de ayudarlo y pedía ayuda. Venían a socorrerme dos primos míos que no ayudaban a portar a mi padre al que llevaba yo en volandas, provista de una descomunal fuerza. Mis primos sólo me abrían el paso, ataviados en sendos trajes con corbata, pulcros y hieráticos. Me he despertado triste, angustiada y aterrada, no sé si por la asfixia de mi padre o por la imperturbabilidad de mis primos ante el sufrimiento ajeno...

Pero no hace falta soñar. El terror nos ha salpicado a todos este fin de semana y nadie, absolutamente nadie, parece haberse dado cuenta.

Demonios.

martes, 19 de julio de 2011

DULCE INFANCIA

Tengo los párpados inferiores hinchados como orugas desangrándose en el palo con que las pinchara el niño porculero de turno, como el que ahora mismo pincha y rechincha mi paz aquí en el trabajo... Gritos  pertinaces, agudos, chirriantes como puertas de goznes hipersensibles... Niños que se inventan las palabras porque no pueden mover sus lengüecitas más rápido que un cachorro de gato que aprende a lamerse las patitas delanteras. Entonces el niño porculero de turno, como el que ahora mismo grita en la sala de espera de acústica desesperante que multiplica en demasiados decibelios cualquier llanto desconsolado, el niño porculero grita porque total una mano gigante y amenazadora se cierne sobre sus ojos nuevos que aprenden lo nuevo con vete a saber tú que sospechosas intenciones...

Ojalá, y digo ojalá, pudiera yo gritar de pronto así cada vez que me sale algo mal o cada vez que no estoy de acuerdo con el proceder de los magnates de la ciencia (oséase, mi puto jefe), me tiraría al suelo y patalearía hasta caer rendido, y luego parlotearía un idioma nuevo para insultar a la gente que detesto sin que me entendieran con mi lengüecita, que no es nueva (pues muchas superficies y rincones y abreviaturas ha surcado como marinero las aguas del mundo) trastearía mi lengua entre los dientes malsanos palabrería malsonante que me inventaría como el puto niño de la sala de espera que no para de gritar "Amíiiiiiii, amíiiiiiiiii" en un intento de aunar las dos únicas cosas que conoce su cerebro casi inexistente y por supuesto, subdesarrollado: mami y a mí. Mi madre y yo. La que me parió y yo mismo, yo yoyoyoyoyoyoyoyo....


Por dios, mi instinto asesino (todos tenemos uno y el que diga que no, miente, por supuesto, banalidades del post pero tengo que ejercitar mi maltrecho dedo, a saber dónde lo habré metido...) mi instinto asesino está aflorando con cada llanto del crío ese. Le liberaría de los brazos del orco cualquiera que será su médico pero tiene que aprender que la vida es dura y está llena de obligaciones, y que algo es una obligación no cuando se lo impone uno mismo, sino cuando te lo imponen desde fuera. Haz. Ve. No. Coge. Corre. Piensa. Di. Habla.

Malditas cuerdas vocales tiernecitas como lombrices o como tripas de cordero lechal las que habitan su garganta, pues los sonidos que ésta emite me enfurecen por lo agudos, se introducen hasta lo más profundo, yo, que últimamente necesito el silencio y la paz, que algún tipo de autismo siempre me caracterizó y algún Gilles-de-la Tourette también, cagüendios...

Ahora otro dulce infante dice holaaaaaaa como si a mí me importara algo su existencia, y le contestan que-sí que-vale-que-hola-que-te-calles.

Me llega un paciente al que revisar justo justito cuando iba a tomarme un café...

Hostias.