martes, 8 de febrero de 2011

MIOPIA MAGNA

En verdad, el Hospital de D. está sometido a las mayores inclemencias del tiempo. El primer día cayó hielo, desde el cielo, y el suelo parecía un camino que hubiera sorteado la mano laboriosa de los hombres para desmoronarse a su antojo. Esta mañana, una niebla espesa como una manta hacía del paisaje una imagen miópica, y yo, que soy miope, abría más y más los ojos pensando que alguna borrosidad empañaba mis lentes. Al final me di cuenta de que esa espesura era fruto de nuevo, de las inclemencias del tiempo que arremeten contra D. Veía desdibujados los árboles y las personas. Los árboles y las personas provenían de un cuadro del mismísimo Corot, me dije. Era precioso, todo aquello.

En el hospital de D. todos los pacientes son ingleses, o belgas, o alemanes. Se molestan cuando les digo que no hablo inglés. El inglés me cuesta 500 euros al cuatrimestre, pienso, y no sé llevarlo a cabo. Se pone en evidencia, una vez más, la ausencia total de pragmatismo que me caracteriza. Farfullo algunas palabras y gesticulo mucho; ellos no gesticulan y se sorprenden al ver mis cejas balanceándose arriba y abajo de mi frente, y mis ojos desplegándose como un mapa imposible que no saben interpretar. A Maureen no pude implantarle la lente intraocular el otro día. Y se lo tuve que explicar en inglés. Ella me sonreía suavemente y con resignación. Odio la resignación en cara ajena. Odio inspirar resignación, vacío, desesperanza. A mí no me salía el verbo subir (¿to rise, to increase, to go up?). ¿Por qué no asentían cuando les expliqué que your preassure has increased in your eye so I couldn't put the lense inside of the eye? ¿Por qué me miraban como se mira a un niño que acaba de destrozar un jarrón de la dinastía Ching? ¿Por qué no acompañaban mis intentos de comunicación verbal con amables gestos de comunicación no verbal que me hicieran sentir menos estúpida, que neutralizaran la tragedia que yo y sólo yo había instaurado en sus vidas de foráneos-en-el paraíso-del-sol?
Yo también poseo una decoloración de la piel y los anejos propia de las zonas más septentrionales del planeta. Por eso creen que, junto a esa decoloración, debe de existir algún gen del habla inglesa, o alemana. Y se empeñan en escupir sus descaros sin gesticulación alguna que los haga más visibles ante mi miopía creciente, creciente desde que trabajo en el Hospital de D.
No señores, a lo sumo me expresaré en francés. O en valenciano. Pero el inglés... ay, el inglés. Cómo lo odio.






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