lunes, 25 de abril de 2011

enero en la playa

MIS AMIGAS (1ª parte)

Las putas de mis amigas me dicen sí cuando yo digo no. Pero es un sí tácito, como de beso súbito entre dos labios inevitables. Cuando yo digo: no quiero las montañas, que me canso, ellas no responden, tan solo caminan presurosas ascendiendo la ladera del montículo pirenaico en el Valle de Estós de unos nada desdeñables 700 metros de desnivel. Que todo eran cuestas, maldita sea. Y yo resoplando que parecía un acordeón desafinado. M. e I. en cabeza, pumba pumba pumba. Y yo que no las alcanzaba nunca como en una de esas pesadillas en las que crees correr para huir del miedo y no corres. El camino serpenteaba entre abetos colocados con desorden de colegiala, entre hayas, entre bojes (¿qué diablos es un boj? ni idea, y las zorras, algunas de ellas, han estudiado ambientales). Y yo que me había empeñado en confeccionar un herbario recogiendo hojas silvestres no protegidas de la flora pirenaica, y al avanzar el primer tramo de cuesta ya ni me acordaba de las hojas, me la sudaban las hojas, yo sólo veía el suelo tapizado de un marrón homogéneo que me mareaba, malditos árboles caducifolios. Terminada la cuesta empinada los ojos se tropezaban con otra igual, como eslabones en una cadena infinita, joder. Maldita naturaleza. La lluvia moja más en el bosque, todo el mundo lo sabe. Queríamos ver el ibón, qué diablos es un ibón, pues una laguna que da fin al afluente de un río de montaña, como la voz autoritaria del padre pone punto y final a la conversación. Todo el mundo lo sabe. Yo sólo conozco a Ibón Reyes, no me jodas. Ascendemos como pájaros tras la traca de la boda de mi hermana, como estorninos parásitos tras la traca ecologista. Y no vemos el lago de los huevos. Bueno, ahí hay uno, más pequeño, el ibonet. ¿Y no nos basta con ver el puto ibonet? No, hay que alcanzar el ibón mayor. Buscad la ruta, malas putas, que vosotras habéis estudiado ambientales y otras ya habéis recorrido tramos y tramos de la GR11 pirenaica de los huevos. Buscad esas montañitas de piedra que parecen haber sido puestas por un niño travieso y que se llaman monolitos. Buscad esas pintadas de color verde en la roca húmeda que se confunden con el musgo (joder, ¿por qué no las habrán pintado de rojo?) Ahí no veíamos una mierda, pero nosotras seguíamos ascendiendo y la ladera recorrida quedaba abajo, invisible. Una nube inmensa había encallada en las rocas y nos impedía ver el paisaje inferior; ya solo alzar la cabeza podíamos y mirar la nieve, la nieve que nunca me gustó porque está tan fría... ¡Hostia, que nieva! Está nevando. La hostia. Y nosotras trepando por la ladera más escarpada aún si cabe siguiendo rastro de monolitos y su puta madre y pintadas verdes en las rocas. Este sendero no me convence, suelta I. A mí no me convence desde que comprendí que aquí no existe lo llano. ¿Qué sendero, qué coño de sendero si aquí solo hay piedras que parecen despojos de un alud? Las piedras mojadas resbalan, eso lo sabe cualquiera. Y con nieve más aún. Y los impermeables no impermeabilizan cuando llevas cuatro horas de trayecto. Mis manos ya no reconocen el tacto rugoso de las piedras ni el punzante de las hojas del boj (¿pero qué diablos es un boj?). Necesito unos guantes. Y se me entrega un par de guantes de un blanco impoluto de esos que solo venden en las tiendas pijas de Valencia y que las chicas compramos a juego con la bufanda y que no valen para nada porque en Valencia no hay nieve y a mí la nieve me está mojando los dedos a través de la tela sedosa de estos guantes inservibles. Seguimos trepando nosotras sin sendero ni monolito ni pintadas verdes. Entonces empiezo a imaginarnos desnudas a las seis, abrazadas, buscando el calor en el abrazo y en los orines que desprenden las entrañas congeladas. Imagino la masa de carne de las seis putas subnormales atrapadas en no sé qué valle pirenaico y me empieza a entrar un miedo real. ¿Tienes miedo? Pregunto a A. No, yo no. ¿Tienes miedo? Pregunto a C. No, yo no. Las putas de mis amigas no tienen miedo ninguno porque ya han recorrido montañas y ya saben que la lluvia es nieve a 2.200 metros de altitud y que la nieve moja, y yo no sé nada de eso porque mis padres solo me han enseñado el mar Mediterráneo, melifluo y fofo, de gordo sedentario. Yo sigo con mi miedo. Yo solo veo a mis amigas embutidas en sus impermeables rojos desperdigadas en la verticalidad del camino como amapolas en un campo holandés. Y la nieve cayendo que parecen lágrimas inconsolables...
 Alguien dice: volvamos, nos hemos perdido. Son las dos de la tarde pero sé que pronto oscurecerá, porque siempre oscurece muy muy pronto cuando se tiene miedo. Bien. Descendamos. El descenso es el mismo camino pero al revés. Por alguna extraña razón, I. y yo vamos en cabeza. Y nosotras no buscamos la brújula lítica ni pigmentaria, yo solo busco roca seca donde amarrarme, hueco donde poner el pie, quiero salvarme de una muerte segura... ¿Estais siguiendo los monolitos? Y yo voy diciendo que sí, resoplando síes al vuelo como si fueran bocanadas de humo. (Monolitos, y una mierda, yo solo quiero bajar al ibonet). Al poco, estamos perdidas (nunca habíamos dejado de estarlo, qué coño). Y solo hay nieve que cae y cae, y me giro, y se desperdigan, las zorras, buscaaaaad los monolitoooos, me gritan. Pero yo no paro, yo sigo, mano-pie-mano-pie. Y me siguen algunas, y las otras no, las desperdigadas desconfían, buscando salvarse de un modo más inteligente. Yo digo que todos los caminos conducen a roma así que hay que bajar por donde sea, a la desesperada. Y maldigo a mis padres que durante diez años me llevaron a veranear a Oropesa del Mar donde no hay montañas o si las había yo no las veía de tan al fondo del mar que me iba, que si a la boya que si a las rocas que si a las cuevas... Maldigo a mis padres por no haberme inscrito nunca en un curso de salvamento de montaña o de orientación de montaña o algo de la maldita montaña, joder, que la infancia es muy larga y Oropesa muy pequeño...

Pero al fin, llegamos al ibonet, exhaustas, y el miedo se desvanece como la nieve que milagrosamente se ha transformado en lluvia. Llegamos al refugio, buscando cobijo, buscando donde comer y reponer fuerzas. Yo llevo el color de las montañas en la cara y en los ojos, una cierta euforia me invade por dentro, ahora comprendo lo que debió de sentir Edurne Pasabán en la cumbre del Annapurna con sus dedos amputados... No habéis seguido los monolitos. Me acusan, un dedo de alguien, me acusa. No me jodas, para monolitos estaba yo, yo solo veía el cielo y las nubes, no me jodas, monolitos. Pero entonces, al llegar al refugio, encuentro a una joven pareja con dos niños de unos cuatro años comiendo pausadamente, y nos comunican que acaban de descender del ibón de las cumbres escarpadas de la puta montaña pirenaica... ¡Dos niños! Dos niños rubios sin barro en los zapatos, colorados, juguetones, dos infantes cuyos padres sí les están mostrando las claves para la supervivencia. Y me siento decepcionada con migo misma. Tan decepcionada... Me como el bocadillo bajo la lluvia, cabizbaja, y alguien a mis espaldas me acusa de nuevo: ¡No has seguido los monolitos!
Todavía quedan dos horas de descenso...
Y entonces me pregunto: ¿Qué le voy a hacer si yo nací en el Mediterráneo?

martes, 19 de abril de 2011

Lhasa - Rising [Official Music Video]

PRETERITO PERFECTO SIMPLE

Mirando vídeos de cirugía del pterigion con injerto conjuntival me habla J. un director de cortometrajes de por aquí. Me enseñó algunos pasos importantes para patinar hacia detrás en el río hace algunos años. Tocaba la guitarra bastante mal. Hablábamos de cine, qué poca idea tenía de cine, coño, el tío. Le gustaba una película made in USA que me mostró orgulloso en su piso de El Carmen. Sentado detrás de mí en su sofá, me besaba el cuello y me besaba en los labios. Puedo ir al baño, sí, claro. El baño plagado de perfumes y horquillas. Huellas de sus amantes, pensé. Follamos en el sofá. Follamos en su cama, y en la mesilla una foto de una chica morena. Su amante predilecta, pensé. Follamos con asiduidad. Y en el comedor una foto inmensa de una mujer preciosa, en blanco y negro, la foto. Follamos durante meses. En el río tocábamos la guitarra. Llegó un amigo. Cómo está tu mujer, le pregunta. Silencio. Bien, está bien. Tu mujer, pregunto. Mi mujer. Follamos igualmente, con la mirada negra de la morena pegada a la cama. Se la chupé una mañana en mi casa mientras mi padre cocinaba macarrones con tomate. Y se fue esa mañana. No supe de él.
Me habla ahora, hace un minuto. Cómo estás, cuánto tiempo. Estrené un cortometraje, te paso el making off. Ok. Estrenaré otro próximamente en la filmoteca. Ajá. He publicado un libro. (¿Sabes escribir?) Ha publicado un libro. Quedamos a tomar un café, te regalo mi libro. Me regalas tu libro. Sí, lo hice mal, me gustaba tu cuerpo, me acuerdo de tu cuerpo. (¿Tienes memoria?) Mi mujer y yo hacemos tríos de vez en cuando. ¿Te ha penetrado alguna vez un hombre? No. ¿Te ha besado alguna vez un hombre? No. (Pues vaya mierda de trío).
No quiero café, no quiero bla bla bla, no quiero cómo estás, cuánto has cambiado. Lo comprendo, lo hice mal. Ahora no actuaría igual, me gustabas mucho. (¿Te gustaba mucho? ¿Has visto la película aquella de la que te hablé?).
Soy selectivo, ahora tengo menos rollos extra- matrimoniales, no es fácil escoger. No, no es fácil. Yo cuido mucho a mi mujer. Sí, la cuidas. Yo he perdido con los años, tengo 34 años. Tengo un crío rubio y guapo como su madre. Sí, tú no eras muy agraciado. Y él dice jajajaja todo el rato. Y yo no siento nada. Pero aún así me fumo tres cigarros seguidos. Oye, quiero regalarte mi libro, tómate un café conmigo. Quieres regalarme tu libro. Yo no quiero tomarme un café contigo. Los tríos son divertidos. Cuéntame algo sobre ti, qué haces. Me gustaba tu cuerpo, aún me acuerdo. Yo no me acuerdo del tuyo, era un cuerpo alargado de los que no caben en la memoria.
Un libro. Qué pereza siento. Me fumo un cigarro más y me voy a dormir.

domingo, 17 de abril de 2011

ANALOGIAS


Leo la biografía de Rilke que mi hermana Carla me ha regalado esta Navidad, y es justo lo opuesto a Joyce. Veamos. Parece ser que ambos procedían de ambientes sociales poco estimulantes. El padre de Rilke era un funcionario ferroviario, de lo que Rilke siempre se avergonzó, y trató de idealizar la figura paterna, y de crearse un pasado nobiliario, y un futuro aristocrático. Sorprende esa necesidad de lo elevado socialmente en el imaginario del poeta. También Joyce procedía de una familia de baja alcurnia, y el apellido Murray de su madre nunca fue del todo aceptado por el padre. Algo de la inquietud artística le transmitió el padre a James, a partir de su carrera frustrada de tenor, de su alta autoestima y de su capacidad increíble de contar historias, que le sirvieron como fuente de inagotable creatividad al escritor. Asimismo, es la madre de Rilke quien inculca a su hijo la pasión literaria, estimulando su imaginación leyéndole relatos y poemas, aunque nunca ejerció de figura cuidadora. Rilke sustituyó a sus padres reales por las figuras altamente intelectuales de Rodin y Lou Andreas- Salomé, como padre y madre respectivamente. 

Encuentro otras diferencias importantes entre ambos. Así como Joyce necesitaba del estado de enamoramiento como algo indisoluble de su propia existencia, y bebía del erotismo que emanaba de la figura adorada y vilipendiada a un tiempo, la campesina Nora,  que queda reflejado en el epistolario entre los dos cuando él regresó a Dublín por unas semanas y ella seguía en Trieste,  Rilke trata de sublimar la pasión con la obra artística.

La fijación de Joyce por una campesina analfabeta revela la procedencia del escritor de una familia desestructurada, de errática trayectoria, donde el padre acumuló, en palabras de Friedmann, “hijos y deudas”. Joyce gustaba de visitar los prostíbulos, que también le sirvieron de fuente de inspiración para su obra. En este caso me recuerda a Luís Martín- Santos, quien, en vida, también era asiduo de estas casas de vida alegre y que también queda reflejado de manera magistral en su obra “Tiempo de silencio”. Me imagino qué hubiera sucedido en caso de ser una mujer escritora la que plasmara en sus obras los encantos de esos tocadores donde preciosas mujeres encarnaban sus mejillas y sus labios para resultar jugosos y atrayentes.
La fijación del escritor irlandés por esta robusta mujer de caderas anchas, que encarnaba a la perfección la fuente materna, revela su imperiosa necesidad de sexo. No obstante, no supo ejercer de padre, y sus relaciones con la bebida definieron en gran parte su trayectoria vital, e influyeron de manera negativa (y positiva en el aspecto literario) en su relación con Nora. Su mujer lo amenazaba con dejarle, lo que su a vez incentivaba la atracción sexual entre los dos, aspecto fundamental en la vida del escritor. Nora sabía cómo alentarle con palabras húmedas para evitar que su marido se dispersara en otros brazos y otras piernas. Sin embargo, el escritor necesitaba del estado de enamoramiento para seguir, y así, trató de seducir a algunas mujeres pero sin éxito.

Rilke, por el contrario, aun procediendo de una clase social baja, trató de rodearse de un ambiente noble, y así lo demuestra su enamoramiento de mujeres intelectuales de la época. Como Lou- Andreas Salomé o la duquesa Nollais. También el estado de enamoramiento le sirvió como fuente de inspiración, y sobre todo como estímulo intelectual. Pero él huía de la relación amorosa como muro cercador, asfixiante, que inhibe el impulso creador. El trataba de tener una relación abierta, alejada de obligaciones conyugales. Su matrimonio con Clara, la escultora, le sirvió sobre todo como receptora de las cartas en las que él le transmitía sus deseos, sus estímulos artísticos, en las ciudades italianas en las que estudió el Renacimiento: Roma, Veraggio, Venecia, Florencia. 


Impresionada por la vida del poeta. Me interesé por esta figura tras leer Los aventureros del absoluto, de Todorov.  En este libro, el autor analiza las vidas de tres escritores dedicadas por entero al arte, o más bien diseñadas y predeterminadas por el arte: Rilke, Wilde y Tatsáieva. Habla de la dedicación de Rilke al arte, su labor asignada por un dios para crear, únicamente. Es ese dios, en minúsculas, al que se refiere Maria von Thund en su libro como inspiración para el poeta. El poeta, recluído durante el invierno en el castillo de Duino, oía la voz de dios hablándole a orillas del mar, dictándole los primeros versos de las Elegías. He leído algo de las Elegías, con miedo a no comprender nada. Diez años tardó el poeta en escribir las 10 elegías, y unos pocos días para escribir los 54 sonetos a Orfeo que versaban sobre sus predecesoras.

Esos años estuvieron marcados por una trayectoria errante, como la de Joyce. El poeta viajó incesantemente en busca de un lugar amable en el que concentrarse: Trieste, Duino, Veraggio, Venecia, Roma, Munich, París, España (Toledo, Ronda, Sevilla brevemente), Rusia, Egipto. Incesantemente, en busca de la paz necesaria. Pero, al leer los apuntes de la varonesa puede adivinarse que el poeta amaba y temía a un tiempo esa paz y esa soledad necesarias para aplacar su espíritu nervioso. Las buscaba pero al tiempo le producían inquietud y desazón. El clima duro que le acompañó durante los inviernos en Duino y en Toledo le hizo temer esos lugares, y evitó acercarse a ellos, solo, de nuevo. Está claro que Rilke precisaba de la compañía como todos la necesitamos. La necesidad de la soledad salpicada de la tristeza de esa misma soledad. El rechazo de la hilaridad ajena, y la incomprensión de esa misma hilaridad. La duda acerca de la función de las relaciones sociales.

Bueno, más interesante me resulta el concepto de amor, anhelado y denostado a un tiempo por el poeta. No sé si los grandes estudiosos de la obra de Rilke habrán leído los apuntes de la varonesa, la respuesta creo que no precisa de contestación por lo obvia. Pero en ella, Rilke comprende por fin el papel que ha ejercido él en el amor. Dice que siempre ha dejado a su alma dejarse llevar por el arrebato que él mismo desataba en otras, pero que tras ese primer momento de pasión, volvía la nada. Así, era incapaz de llevar una relación estable y duradera, como sí supo hacerlo Joyce. Yo no puedo evitar tachar de vulgares a los seres que se someten de esa manera abrupta a lo ajeno, para siempre.
Existen dos clases de figuras amorosas, los amantes y los amados. Los primeros se entregan al otro con ingenuidad, con pasión desgarrada. Ellos aman la figura ajena y la precisan para seguir adelante. Yo creía que eran ellos los que se creaban una dependencia al amar. Y los amados son aquellos a los que salpica ese amor desmedido, y que pueden funcionar a través del amor sin límites del otro, porque el saberse amados de ese modo les proporciona la estabilidad necesaria para llevar a cabo proyectos vitales. No dependen de la figura del otro puesto que es prescindible en sus vidas. No han llegado a la conclusión del papel único del otro en sus vidas.

Rilke, no obstante, dice lo contrario. El amante, el que ama, lo hace de forma desinteresada, o lo ha de hacer de esa manera, entregándose sin esperar nada a cambio. Ese tipo de amor era el que precisaba el poeta, en palabras de la varonesa. Porque esa mujer amante del poeta debía estar dispuesta a las ausencias del poeta, a su predilección por la soledad y su necesidad para trabajar. Rilke le llama “amor intransitivo”. Y queda profundamente afectado por las vidas de algunas mujeres, como la monja María de Alcanforado, representante de este amor intransitivo, ilimitado, entregado, que le llevó a  su propia ruina al no poder alcanzarlo (o acaso fue ésa la razón del amor, su carácter inasible).
Y después, Rilke habla de la figura del amado, aquél que recibe la fuerza del amor del otro, y la diferencia reside en que es el amado quien DEPENDE del amor del otro, y no al revés. Trato de comprender y pienso: para él la figura ideal es aquella que ama desinteresadamente, sin esperar nada a cambio (amor intransitivo), y por tanto, esta figura no debe ser dependiente de la figura amada. Pero creo entenderlo en un supuesto teórico, más que real. Y la figura del amado, que se crea esa dependencia, no puede durar, como a él mismo le sucedía. Se creía arrastrado por el poder del amor, y no era más que el amor desmedido que le salpicaban aquéllas que se enamoraban de él. Al fin, acababa huyendo, pues es imposible permanecer junto a alguien al que no se ama sin repudiar su figura. Amar consiste en poder permanecer largas horas junto al otro sin alcanzar el hartazgo, o aprender a lidiar con el hartazgo a partir de la necesidad o la motivación de mantener la figura necesaria a nuestro lado. Si no existe tal estado de enamoramiento, o la necesidad de volver a reproducirlo si es que ya ha existido una vez, es imposible compartir largas horas junto a alguien. Y Rilke se halla entre los que eran incapaces de permanecer largas horas junto a alguien sin alcanzar el hartazgo, el aburrimiento, o la repulsión.



MANEL. BOOMERANG

viernes, 15 de abril de 2011

AMIGAS LAS DOS

¡Ay! Anoche no pegué ojo. Como saben, vivo en D. Ya tengo una habitación en la que me instalaré el lunes. Y hasta ahora he estado alojándome en casa de una compañera del hospital, muy simpática ella, y alta, y rubia y bueno, hubo ciertas coincidencias en ciertos temores que siempre son agradables de compartir, sobre todo cuando una llega nueva a un sitio donde no conoce a nadie y una no tiene apenas experiencia laboral y tiene un contrato precario donde tratar de mantenerse con cierta dignidad y una trata de destacar en las labores y dice siempre sí al jefe que la invita a tomar cafés mientras los pacientes se acumulan y él sólo parla de salir de fiesta el fin de semana, que luego él no ve un paciente ni medio... Y bueno, febrero pasó y yo me sentía bien en este pueblo de la costa que ahora comienzo a explorar, hoy sentada mientras estudiaba en una plazuela tranquila rodeada de casas encaladas y bares con las fachadas pintadas de azul imitando a viejas moradas de pescadores que tratan de sobrevivir frente a las magnas construcciones que como bien saben parasitan la costa mediterránea. Y había complicidad y risas y cigarros y copitas de vino en las noches que nos recordaban el cansancio que resurge cuando una pega el culo en buen asiento y frente a buena compañía... Anoche, me acosté a las once y como debíamos compartir cama ella se acostó a mi lado y me habló de ganas de besarme, de besos que me daría, de ideas que se le presentaban intrusas como cacos. Había fumado porros, ella, y yo me encogí en mi rincón de la cama aterida de miedo, que se abre de pronto una brecha entre mi amiga y yo. Gritaba yo de la risa, no digas tonterías, que tú eres hetero, bueno, lo que tú digas. Que sí, que se te está yendo la olla. Bueno, si supieras lo que estoy pensando... Pero permanecí rígida en mi rincón, yo no te beso, que eres mi amiga, el espacio de la calma y el resposo, y lo otro es caos y confusión y miedo. Yo me quedé en mi rincón, como perro moribundo en el arcén, y los coches pasando y la lluvia que me moja y casi tiritaba del frío que me entraba. 

DORITA DE PIEL DORADA

http://www.elperiodic.com/noticias/116527_concurso-narrativa-para-mujeres-bate-record-participacion-relatos.html


http://www.diariocriticocv.com/noticias/diaz-barron/concurso-de-narrativa-para-mujeres-de-la-comunitat/dorita-piel-dorada/not356015.html


http://www.lavozlibre.com/noticias/ampliar/235127/la-obra-dorita-piel-dorada-de-diaz-barron-gana-el-concurso-de-narrativa-para-mujeres-de-la-comunidad-valenciana

Això és molt fort... Se han equivocado en el nombre de la galardonada y en el título de la obra... Solo tenía cuatro palabras, por dios...

jueves, 14 de abril de 2011

PANSEXUAL

Creo que ahora mismo estoy encendida como un cirio de las procesiones de los nazarenos. Anoche salimos, amigos, por ahí. Me siento expansiva, me siento, como yo me auto- acuñé: pansexual. Es decir, había una chica preciosa, de rasgos pequeños, rubia, boca despectiva, boca preciosa, y yo la miraba y creía que su mirada profunda era para mí. La rondé un rato, a qué te dedicas, qué edad tienes... Luego fuimos todos a un bar de música electrónica y española de los sesenta... Y Aleix me parecía tan morboso entre la oscuridad y su sonrisa... Luego llegó otra amiga de alguien, de cara increíble, pelo corto, menuda y pizpireta. A mi amiga Mamen le atrajo, también. Como me eres una mala influencia (!) y yo sólo veía estímulos ardientes por doquier, le dije a Aleix: tu amiga es preciosa, porqué no vamos todos a tu casa. Y él dijo vale, pero al final no fuimos. Las dos preciosidades se fueron y nosotros prolongamos la noche en el Excuse me. Toda la gente muy acabada. Ibamos mi hermana, Aleix, Mamen y yo. Yo bailaba y yo nunca bailo pero me dejé llevar y ahora tengo unas agujetas espantosas. Iba tan borracha que me balanceaba, más bien. Se acercó alguien y su roce era excitante; se acercó un argentino y me habló de travestis, le gustaban los travestis, al argentino, le gustaba que los travestis se la chuparan. Joder. Me dijo que era mucho mejor que una tía. Yo paso, le dije. No creo que pueda igualar a un travesti en lo que a felación se refiere. Luego Mamen, Aleix y mi hermana me intentaron convencer para tomar no sé qué pastilla de la excitación, pero yo ya estaba encendida, para qué una pastilla, además, seguro que me volvía loca, les dije. Anda, que sí, una a medias, me decía Mamen. Y mi hermana lo sostenía. Ya lo había probado antes, ella. Pero no encontraron pastillas. Entonces me acerqué al del roce electrizante y nos fuimos a un sillón a besarnos y Mamen y Aleix nos espiaron, los cabrones, que ahora me da una vergüenza. El chico hacía cortos, pero estaba en paro. Yo no sé, pero me dio su teléfono, creo. Me fui a dormir. Fantaseé contigo, creo, un poco. Pero solo un poco.

Pansexual...