miércoles, 19 de enero de 2011

Y de pronto, sin comerlo ni beberlo, me encontraba de patitas en la calle. La doctora a la que había sustituido durante ocho meses se ha reincorporado de nuevo. Cáncer de hipofaringe. Fumadora empedernida. Parece que ya le han retirado el PEG del abdomen, y persiste una leve afonía debido a la radioterapia. Sé que se cansa cuando pasa consulta, y que el miércoles pasado no pudo terminar y llamó a más de un paciente para cancelar visitas.
Yo no me he apuntado al paro pensando que era una estupidez hacer todo el papeleo trabajoso si me iban a llamar pronto del Hospital de D. Pero el problema es que no me han llamado del Hospital de D. Me han ofrecido dos sustituciones de otras dos enfermedades de esas que también asolan a los médicos como se asola a un país desarrollado (uno atribuye cierta inmunidad a los médicos y a los países desarrollados por el hecho de serlos, inmunidad ante cualquier catástrofe orgánica o inorgánica). Y yo renuncié por temor a perder mi oportunidad de trabajar en el Hospital de D. Al fin me hallo sin paro, sin sustituciones que cubrir y sin trabajo en el Hospital de D. Este mes no voy a cobrar. Esta ausencia de paga a final de mes me sustrae a mi época adolescente a la que no volvería ni loco. Me siento un adolescente echando mano de las estrenas de Navidad. Qué incertidumbre esta, qué adictiva, se me llena la boca de saliva al ver ante mí todos los caminos abiertos, y yo renunciando a todos y permaneciendo en estática postura. El camino que he recorrido a lo largo de estos años permanece acendrado, no veo huellas, no veo la tierra removida. He llegado justo al mismo punto desde el que partí hace 29 años. Y lo peor de todo, es que no me importa.

2 comentarios:

  1. Sera que ya has pasado antes por esto y sabes que de nada sirve el panico.

    ResponderEliminar
  2. A todo se acostumbra el canalla del hombre...

    ResponderEliminar