domingo, 28 de agosto de 2011

EL DEDO

Había tal oleaje que me tuve que agarrar con más fuerza si cabe a las rocas que no eran rocas sino púas, de peines o de erizos, pero púas, verticales y cortantes como cuchillos, como peines, como erizos, figuras geométricas de aristas irregulares y sobreabundantes, era como cabalgar en los poliedros, en los hexágonos, en los octogenarios, y un corte en la yema del dedito ha quedado impreso, zas, tajo tajante de las superficies abisales, y las yemas insensibles por el corte y por la sal que lo endurece, al corte, y lo cura y lo sana pero aún duele, y el tacto no es tangible, no es factible, que no siento lo que toco, por la sal y por el corte en la yema del dedito, pero erre que erre proseguía y logré zambullirme de un salto alejada de las rocas erizadas, de un salto ya casi casi en alta mar, con las gafas sucias y la miopía que todo era negrura, y las nubes reflejadas en las olas y en el fondo, más negrura, y en la negrura trazos blancos de medusa que se acerca y me acojono, el objetivo sí está lejos, parecía menor la distancia desde la orilla, maldita orilla, que el objetivo no es posible de alcanzar salvo cerrando los ojos y tratar de no pensar en las medusas y en las sirenas y en los neptunos, pero el oleaje me sacude como zarandeo a lo ¡espabila! y yo nado y nado sin mirar lo que nado, pero abro los ojos y veo las estelas de medusas de color blanco fantasma y entonces decido regresar, sí, porqué no, regresar que hoy hay oleaje, y deshago el camino nadado, lo voy desandando a nado, lo voy desnadando, y parecía cercana la orilla pero tampoco era cierto, las nubes pasan raudas pero liberan al sol trago agua y sigo y llego a la orilla, a las rocas, remolinos, se arremolinan las aguas en torno a las rocas y me empujan las corrientes o las sirenas o los neptunos, me empujan y no atino a salir, y me agarro de una roca que pincha como una estaca de drácula pero al agua le da igual porque me arrastra hacia un lado y siento miedo, pero insisto y saco más fuerza si cabe y ya salgo de los tumultos de este mediterráneo que un día le da por estar tumultuoso, maldito, y mi dedo...

2 comentarios:

  1. Así son todos los días esa constante lucha entre el miedo.

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  2. El miedo en ciertos momentos nos empuja a ser precavidos. Por eso hay que pensarselo uno bien donde se mete antes de que le acuse el miedo, que nos indica que no conocemos lo suficiente donde nos hemos metido.

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