miércoles, 18 de abril de 2012

LA SERP

Piel de serpiente.
Y no es la película de Marlon Brando, o hago referencia a cantautores cubanos.
Piel de serpiente, la piel de las serpientes se desprende como también lo hacen nuestras células estratificadas queratinizadas, partículas de las que uno quisiera deshacerse con mayor velocidad para dar cabida a lo nuevo subyacente. Las células van cayendo como cae la nieve donde diablos quiera que caiga, que jamás la vi por estas latitudes. Las células que conformaban nuestras redondeces, y dobleces, y esbelteces, y salientes omopláticos e ilíacos y recovecos endurecidos por el tiempo, las células que conformaban lo antropomorfo que nos nombra, las células que fueron manoseadas y devoradas por las fauces impetuosas de los galanes, las células que fueron diseminadas con las cremas y afeites, difuminadas como pigmentos en la paleta del pintor y homogeneizadas en su textura, las células que eran yo una mañana de lluvia o un día cualquiera en el trabajo hace tres meses, las células que tantos mares han cubierto en las costas del sur más escarpadas, erosionándolas como a las piedras de sus propios acantilados, las células que se llevaron mis amantes tras de sí entre las uñas y los dientes, adheridas a la lengua. Todas ellas se desprenden en un continuo caer de células muertas que son el polvo arrinconado en el pasillo de la casa.
Pero las serpientes pueden desprenderse de toda esa estratosfera epidérmica en un solo gesto, sin necesidad del transcurrir largo de los inviernos y los veranos. Sin necesidad de ir viendo romperse los trocitos que otrora fuimos en una eterna despedida. Las serpientes se desprenden de la piel así de cuajo, sin esa agónica  disección de los queratinocitos. Toda de una, reluce la serpiente nueva que queda tras la metamorfosis.
Esa que yo también quisiera para mí.

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