lunes, 27 de diciembre de 2010

No poseo el pesimismo de otros días y mi estado de ánimo corre en línea recta; no dramatizo la vejez de mis padres ni la arruga nueva de mi entrecejo; no me sacuden los tormentos de hace unos meses ante los signos de enfermedad -ficticia- que he padecido. Ni el sentimiento de culpa adherido a mi piel por una aprendida sensación de pérdida de tiempo. Es decir, ahora estoy bien como para enamorarme y joderla. Mi madre se empeña en que el ser humano es un ser gregario, y yo creo que los gatos son gregarios, pero que el ser humano es único e indivisible.

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