martes, 27 de marzo de 2012

EL ARCHIPIÉLAGO DIVIDIDO


Todavía desconozco si las islas que conforman un mismo archipiélago poseen todas el mismo clima, la misma vegetación, los mismos animales que gozan en libertad y gozan también en el cautiverio. Si las roza el mismo cielo y las mismas nubes arborescentes, si son los mismos rayos los que las atraviesan durante el día. Si el agua que ondea en la orilla de la playa de una de esas islas llegará impelida por esa misma fuerza a la orilla de la playa de la isla siguiente. Ignoro la geología de las islas que conforman un solo archipiélago. Si la dureza de las piedras que se yerguen en sus acantilados es la misma en una u otra isla. Si la arena inasible se esparce ante un mismo soplo de labios en una u otra isla. Ignoro qué las hace pertenecer a un mismo archipiélago. Ignoro si sería posible que cada una de esas islas poseyera su propia selva y sus especies, su propio arroyo de agua dulce emergente de las profundidades de alguna cueva incauta. Ignoro si sería posible que procedieran de orígenes tan distintos que las situaran en un estado de permanente vulnerabilidad. Ignoro si sería posible que su origen fuera azaroso, orígenes tan distintos que no pudiéramos aunarlas bajo un mismo nombre geográfico.
No quiero pensar en una procedencia tan dispar de las islas que salpican una misma superficie. Prefiero pensar que son hermanas y que las protegen el mismo padre y la misma madre, y que gozan de los mismos genes y por lo tanto, gozarán de las mismas enfermedades y de las mismas virtudes. Prefiero vislumbrar las islas con mis prismáticos en un mismo espacio circular y soñar con que pueden existir autosuficientes pero sabedoras de su pertenencia a un mismo todo.

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