lunes, 7 de marzo de 2011

SUEÑO

Siento el dulce cansancio producido por el valium, que contrasta con la amargura que produce en la lengua y en la úvula, como almendra mal elegida. Sentí de nuevo el pánico, que no es nuevo, pero pánico, al fin. Lo sentí en lca carretera, conduciendo a D. durante esa hora y media de trayecto interminable. Con la nueva ley de restricción de la velocidad no sentía el impulso de avanzar más rápido que mis contertulios conductores, porque extrañamente, había una ralentización generalizada en la autopista que inducía al sueño... Yo puse mi música: puse Again, de Archive, disco que he escuchado tantas y tantas veces y que me transmitía una cálida familiaridad a la par que dulces recuerdos de mi época en Estrasburgo. El disco estaba rayado, a la mitad o así, por lo que hube de cambiarlo por el de Jeff Buckley, que ya no me atormenta con su versión infinitamente ñoña del Halleluyah de Leonard Cohen. Iba yo despacio, sin ansias, y de pronto sentí el estómago enfervecido. De pronto la vista nublada, justo cuando atravesaba montañas de niebla enmarañada en las laderas, dejando la cumbre al descubierto. De pronto la cabeza aturdida, el cuello rígido, la sien acorchada. El corazón bamboleante. El miedo. Busco el valium, el amargo elixir. Respiro hondo. Escucho la música. Pero el miedo me vence. Me dentengo en un área de servicio. Aún quedan 10 km hasta D. Deseo que termine el suplicio. Me incorporo a la autopista, con la cabeza reposada en el asiento, con el pánico invadiendo el espacio circundante. El pánico. De dónde procede. Creo que voy a desvanecerme, a perder el conocimiento y el control del coche. Ya me ha pasado otras veces, pienso, es sólo tu organismo, que te genera una mala pasada. Esta adolescencia tardía en la que me hallo, este no controlar el cuerpo, este sentir con todo el cuerpo, dejando la mente recatada en casa...
Llego a D. No hay sitio para aparcar. Busco y no lo encuentro. Entro en el párkin. Me da igual pagar. Apago el motor diabólico. Respiro hondo. Una, dos, tres veces. Subo al servicio de ojos y me dicen qué mala cara tienes. Qué mala cara tengo. Qué sueño me da ahora el valium. Pero me esperan horas de trabajo, de enfrentamiento con seres que precisan mi consuelo, mi verbo apaciguador. Si ni yo mismo estoy apaciguado. Qué contrariedad. Deberían los médicos construirse como PCs, y que ejecutaran sus actos sin pasión, sin subjetividad, con orden y claridad.

Ahora sólo quiero dormir.

2 comentarios:

  1. A mí Archive siempre me recordó a tí, a Estrasburgo ! he puesto Again :)

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  2. Ay qué recuerdos... De los mejores años... Un beso pequeña!!

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