domingo, 8 de mayo de 2011

PARIS, JE T'AIME

Adoro París. Creo que en otra vida fui francesa, pero más que francesa, parisina, si se me permite. Porque sé que la mayoría de franceses detestan a sus compatriotras de la gran urbe. Pero yo adoro París y sus habitantes. Suspendido por fin el examen (maldito examen, qué preguntas más jodidas, y la parte oral puso a prueba mi escasa capacidad de habla inglesa mermada más aún si cabe por la inseguridad que produce la conciencia de la propia mediocridad... fue patético...) suspendido el examen, como decía, me quedé sola unas horas mientras mis compañeros iban a recoger su bien merecido diploma. Hacía un calor acuciante, ahora mismo lo hay, mientras escribo en la cama de un apartamento que nos ha alquilado alguien no recuerdo quién... En la rue de Saint Denis 123. Es un barrio animado. Hay árabes y negros y adolescentes que pasean de dos en dos. Yo me paseo por el barrio latino y por Saint Germain du pres. Entro en un bar y me pido una botella de agua. Calor. El camarero es amable y me pregunta quién eres, qué haces, bla bla bla. Yo prosigo al cabo mi viaje por las orillas del Sena plagadas de librerías de viejo. Desciendo junto a la orilla y me siento a mirar el agua. Y pienso en muchas cosas que se mezclan y me marean... París... ¿Sería yo feliz aquí, sin mi mediterráneo? Sí, probablemente lo sería. Llegan mis amigos, nos vamos al Louvre, qué calor, maldito calor... Paseamos por los Campos Elíseos. Me compro un paquete de Fortuna por cinco euros con ochenta. La hostia. Maldito París... Cogemos el metro... Atestado de gente pegajosa y ni un ápice de aire que respirar... Maldito París... Descendemos en nuestra parada. Y nos encontramos en la puerta de un local donde va a empezar un concierto de jazz gratuito. Adoro París. Es un quinteto que toca música folclórica de la Europa del Este como en una película de Emir Kusturika... Acordeón, guitarra, bajo, percusión... Los tíos se emocionan y comienzan a improvisar y los intrumentos emiten ruidos extraños agudos y chirriantes y es todo una catarsis que me emociona y me anima a seguir adelante con mi vida no parisina, porque la mayoría de la gente vive una vida no parisina... Me encanta el cocierto. Hay gente muy variada y muy joven, la ancianidad es un tabú en París... Qué calor... Qué bonito... Y la gente es culta y silenciosa pero sonríe y todo parece mejor aquí... Pero el tráfico... Y las multitudes... Entonces creo que echo de menos un poco de aire libre, de espacio en el que desenvolverme... Y creo que quiero regresar ya a mi submundo de pacientes insufribles y jefes y trabajo... No, en verdad no quiero, estoy hasta los huevos del trabajo...

¿Cuántas contradicciones caben dentro de un ser humano?

Más tarde haré los cálculos, ahora no me apetece...

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